Tuesday, November 19, 2013

¿LO RECONOCES? Descripción Aterradora de un Misógino...



La historia de la misoginia es la historia de las mujeres. 
Revelar los grandes males de la historia femenina 
no significa que mejoren las cosas...¡pero es un comienzo!

Muchas veces hemos escuchado frases como: 

Las mujeres son un mal necesario

o chistes como los siguientes: 

¿Qué hay detrás de una mujer inteligente?... 
Un hombre sorprendido.


¿Qué hay que hacer para darle  libertad a una mujer?... 
Enchufar la plancha a una extensión.

¿Qué le pasa a una mujer si se come un mosquito?... 
Tiene más cerebro en el estómago que en la cabeza. 

Algunos reirán y expresarán: “Son solo eso, simplemente chistes” 

Pero la verdad es que de este tipo de pensamientos, parte el concepto de la misoginia, que no es otra cosa que la tendencia ideológica y psicológica de aversión hacia el género femenino.

¿Qué mujer no se ha topado, al menos alguna vez en su vida, con un misógino?, ¿qué mujer no ha padecido, en el transcurso de su existencia, alguna situación, experiencia o mala vivencia dentro de su entorno con algún sujeto sarcástico, humillante, prepotente, discriminador y/o violento hacia el sexo femenino?. Desde la infancia hasta la adultez, la mayoría de nosotras hemos crecido con una cultura machista (ejercida por nuestros padres, hermanos, tíos, algún maestro, jefe, compañero de trabajo, amigo o, nuestra misma pareja). 



la misoginia va más allá de lo anteriormente descrito; dicen algunos expertos que es el machismo expresado al extremo. El tema de la misoginia es muy amplio, complicado, aberrante y violento. Urge volver la mirada al mundo del dolor que existe en todas las clases sociales a nivel mundial, y que cada día cobra la vida emocional y psicológica de millones de mujeres “asesinadas” lentamente por la misoginia, específicamente, por parte de sus parejas. 

Al misógino se le describe como un sujeto que siente aversión (rechazo) hacia las mujeres, pero al mismo tiempo se aprovecha de ellas para obtener algún beneficio. Puede tener un discurso amable y aparentar ser un buen hombre, mostrarse racional y comprensivo hasta que, tarde o temprano, termina proyectando actitudes de descalificación y minimización hacia lo femenino. 



Orígenes: 

Para comprender el fenómeno que nos ocupa, debemos situarnos en la época de las cavernas, cuando se estableció una rígida diferenciación de género, la cual atribuyó al varón características de rudeza, valentía, honorabilidad, fuerza, don de mando y capacidad para el trabajo y hacer vida pública, en tanto a la mujer se le vio como un ser que sólo podía encargarse del cuidado de los hijos y labores domésticas. De esta forma,  los varones fueron considerados patriarcas, "dueños" y "cuidadores" de las mujeres. 

Sin embargo, a lo largo de la historia de la humanidad, ellos han abusado de dicha condición y malentendido el rol protector hacia el sector femenino, considerándolo sinónimo de dominio, en donde se concibe "natural" el hecho de que las mujeres cumplan el papel de subordinadas sin derecho a actuar ni a tomar decisiones importantes; se nos ha etiquetado como seres inútiles que no sabemos cómo proceder ante diversas circunstancias; se nos ha sometido. 

Asunto cultural: 

Aunque la misoginia es una de las expresiones del “machismo extremo” que casi siempre tiene connotaciones patológicas, hay que reconocer que el problema ha partido siempre de la concepción errada de algunos segmentos sociales y culturales, dentro de los cuales, existe total escepticismo hacia el progreso de la mujer y de la cual sólo se acepta total sumisión hacia el hombre. 

Los expertos en la materia (Derechos Humanos y violencia intrafamiliar) aseguran que éste es un problema que además de poseer síntomas patológicos, también obedece a razones culturales, fundadas en algunos patrones de crianza, en los cuales prevalece la dominación del hombre y la subyugación de la mujer. 

Hacia cualquier punto que miremos podemos encontrar múltiples actitudes de aversión y descalificación hacia las mujeres; por ejemplo, tenemos los comentarios de quienes cometieron abuso sexual: "Por qué se alarman tanto si nada más la violé", o la frase comúnmente utilizada:  "Ella me provocó por usar minifalda", o bien, las expresiones de aquellos que reflejan fanfarronería: "Ella ya tuvo relaciones sexuales conmigo". 

Esta megalomanía (es decir, creerse superior en demasía) masculina puede entenderse como una desesperada y falsa idea de sentirse mejor y superiores que las mujeres.

Así mismo, también es frecuente que el odio hacia el sexo femenino se incremente cuando destacan por su inteligencia, razón por la que pretenden reafirmarles lo siguiente: "Tu misión es atenderme, así que obedéceme y calla".

Cuando los hombres agreden verbalmente a otros hombres suelen hacer referencia a lo femenino, siendo común escuchar expresiones como "vieja", "marica", "joto", "mandilón", "rajón" o "puñal", lo cual se debe a que consideran que lo más humillante es pertenecer al sexo opuesto. Con esas expresiones tratan de ratificar que lo menos deseable es ser mujer o parecerse a ellas. 


También podemos observar que cuando el varón desprecia lo femenino, de ninguna manera realiza labores que por costumbre se consideran "exclusivas" de las mujeres, como lavar platos, preparar comida, limpiar la casa, tender la cama y/o cuidar a los hijos. "Son cosas de viejas", con lo cual quieren decir que se trata de actividades propias de seres a quienes consideran inferiores e indignos. 

Como vemos, la misoginia es el ‘cáncer' de las relaciones de paz e igualdad, y quienes la tienen arraigada ignoran que, para crecer como seres humanos, debemos admirar y valorar a nuestros semejantes, sin importar su género, y que es imposible disfrutar el amor, sexualidad y placer desde la opresión. 


Según Sigmund Freud, la causa de este comportamiento tiene que ver con los traumas de la infancia; no haber contado con la figura paterna, haber sido objeto de la hostilidad materna o haber sido reprimidos en el ejercicio de su sexualidad en la niñez o en la adolescencia.  Lo cierto es que nada justifica el odio hacia las mujeres demostrado en tantas formas violentas y por tantos siglos.

Laura Hernández Muñoz, embajadora de poetas del mundo en México, realizó una ponencia en el año 2008, que tituló como:  "Crimen sin cadaver: la misoginia, asesino silencioso", en la que calificó a la misoginia como el odio a las mujeres disfrazado de amor, en la que el varón misógino tiene una visión deformada de sí mismo. 

Daño psicológico y emocional en las mujeres: 



En dicha ponencia, la también Embajadora de la Paz Universal en Ginebra, Suiza dijo que el misógino siente placer al ir disecando lentamente el espíritu femenino sin matarlo, es un trabajo cotidiano que requiere de un sutil tratamiento sádico y amoroso, en el que la mentira y el engaño es una de sus tretas, pero, si acaso es la mujer quien hace uso de ellas, entonces es severamente castigada. 



También suelen gustarle las mujeres inteligentes, triunfadoras y carismáticas porque son un reto para su personalidad controladora “entre más sobresaliente sea la mujer, más empeño pone en destruirla”. 

El hombre misógino no siente dolor ni remordimiento por el daño que inflige, siempre piensa que ella se lo merece por haber trasgredido alguna de sus múltiples reglas de conducta, y el juego del gato y el ratón se sucede continuamente hasta lograr que su víctima (esposa, amante, compañera) crea que se lo merece, y acepte y justifique el mal trato. 

Y es tal el daño psicológico, que la mujer al hablar de su pareja, lo justifica, y siempre lo hace con los términos: “Es encantador, tiene muchos detalles, siempre está atento a lo que hago y digo, me quiere mucho, por eso me cuida y está al pendiente de cómo visto, me comporto, y adónde voy y a quien frecuento”. 

Lamentablemente cuando la labor de destrucción de la autoestima de la mujer está completada, el misógino se vuelve impaciente e intolerante y la desprecia, acusándola porque lo enfadan sus lloriqueos, su falta de arreglo personal y su actitud derrotista y cobarde. 

Posteriormente viene la amenaza de buscarse a otra que realmente lo satisfaga y que sea mejor en todos los aspectos. Los insultos van haciendo del espíritu de la mujer un gran hueco por donde escapa la esperanza de salvación: aman y temen al causante de su dolor, desean escapar y al mismo tiempo sienten que sin él se convertirán en nadie. 

Creen que sólo él puede amarlas y por eso aceptan cualquier tipo de castigo que les dé, incluso la muerte psicológica y espiritual, crimen que ninguna ley humana castiga “porque no hay cadáver para comprobarlo”. 

El lado sombrío de la relación con un misógino es que, para poder disfrutar de los buenos momentos (si acaso los hay), una mujer debe soportar mucho dolor, se vuelve una relación amorosa adictiva, y como toda adicción, se convierte en una necesidad compulsiva de estar junto a quien le hace daño. Él mantiene la relación en oscilaciones pendulares entre el amor y la agresión. 
“AMOR” insaciable y demandante: 



Para el misógino es primordial lograr el absoluto control sexual, financiero, social y familiar; su “amor” es característicamente insaciable y exigente, todo lo que la mujer haga por complacerlo, será en vano, pues él jamás se sentirá satisfecho. Ella inventará constantemente maneras nuevas de poner a prueba su devoción. Es como si cada día tuviera un examen final… ¡¡que nunca aprobará!!

En el aspecto sexual, despliegan una capacidad amatoria que seduce y atrapa, pero sólo sus necesidades tendrán importancia; su comportamiento egoísta no permite más formas de hacer el amor que las que a él le satisfagan, entre ellas, el sadomasoquismo. Es precisamente cuando ya tiene a la mujer sometida a su chantaje amoroso, cuando inicia el ataque sistemático de desvalorización física y emocional, al agredirla verbalmente con críticas y comparaciones con otras mujeres. 

La constante crítica mina la autoestima de la mujer más fuerte, convirtiéndola en un guiñapo humano que agradece a “su hombre” la generosidad de amarla a pesar de todas sus imperfecciones. A mayor maldad en la agresión verbal, los efectos son más devastadores. 

La misoginia también es una explicación al porqué del rechazo hacia la homosexualidad en los varones, ya que viene implícita esa fuerte carga de valores despreciativos y menosprecio hacia todo lo que contenga el carácter femenino, de ahí que un hombre "afeminado" o que no cumpla con todo el patrón "masculino" sea considerado inferior o no propio de la sociedad. En el fondo, esta conducta se debe a su auto represión interna que desde la infancia han ejercido hacia su propia sexualidad; en tanto que consideran que la homosexualidad es motivo de vergüenza o de señalamiento social, evitan ser descubiertos u ocultan sus desviaciones haciendo escarnio de los demás o agrediendo a las mujeres bajo sus más diversas manifestaciones.

Es común que el misógino se muestre encantador y sociable en público, pero tan pronto como se queda solo con su compañera comienza a abusar, pudiendo humillarla en público, y otros, insultan a su mujer coqueteando abiertamente con otras mujeres en presencia de ella. Es un comportamiento que se propone herir, castigar y humillar, conduciendo a la desvalorización e inseguridad de la mujer. 

Esta actitud de desvalorización puede conducir a la mujer al alcoholismo, a las drogas y al suicidio, al ser abandonadas por su agresor. 

“El que paga, manda”: 



El refrán anterior es aplicado por el misógino de manera absoluta. Determina el amor por la cantidad de dinero que se utiliza para obtenerlo, y en la relación de pareja cree que si él “invierte” en ella, lo mínimo que puede hacer la mujer es someterse a su voluntad completamente. 

Generalmente, cuando se trata de dinero, hay dos tipos de misóginos: 

a)  El buen proveedor de economía estable, 
b) El trágico que siempre es víctima inocente de estafas y engaños, además de estar continuamente desempleado y en bancarrota. 

De cualquier forma: si él es quien paga, o comparte gastos a partes iguales, o es un mantenido, él es quien decidirá cómo se gasta el dinero. Una mujer desprotegida económicamente, es la víctima favorita y permanente de este tipo de relación. 

Relación familiar: 



El misógino siente una amenaza del vínculo emocional de la mujer con sus padres, hermanos y parientes, a los que ve como un enemigo a vencer para obtener el control absoluto de los sentimientos de su mujer. 

Para un hombre así, los niños pueden ser poderosos rivales en el afecto de su compañera, además, puede utilizarlos para amenazarla con quitárselos en caso de que él juzgue que ella no es una buena madre, o con el pretexto que se le ocurra. 

Los niños que crecen en el hogar de un misógino experimentan cólera, tensión y frustración, además de miedo. Cuando ven agredir a su madre, ya sea psicológica o físicamente, se asustan y enojan, y al no tener más salida que aguantar, expresan sus sentimientos en formas contraproducentes y autodestructivas, como reacciones psicosomáticas, dificultades escolares y depresiones. 

En los niños más pequeños, mojar la cama suele ser una reacción común, lo mismo que las pesadillas. Los mayores suelen expresar sus sentimientos en peleas con otras niñas y niños, en una actividad sexual indiscriminada, en el abuso de diversas sustancias y otras formas de comportamiento antisocial. Si un niño es además víctima de abusos físicos o sexuales, los síntomas de sufrimiento serán más acentuados. 

Recuerda: 

Cuando un hombre desprecia o subvalora a una mujer (aunque diga amarla)...es un “misógino”.



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