Saturday, July 27, 2013

El Individuo Maduro y el Inmaduro...

Leí en el libro El guardián entre el centeno (The catcher in the rye) del escritor norteamericano, Jerome David Salinger (1919-2010), una cita atribuida al psicoanalista austríaco Wilhelm Stekel (1868-1940), que fue seguidor de Sigmund Freud (1856-1939) hasta que se distanciaron, y que dice:

“Lo que distingue al hombre inmaduro es que aspira a morir noblemente por una causa, mientras que el hombre maduro aspira a vivir humildemente por ella”.
Seguramente la frase me impactó porque el libro trata de un adolescente, Holden Caulfield, que es rebelde, inadaptado e inmaduro. Entre los méritos que se le reconocen a la novela, es que en ella el escritor ha sabido captar lo que es la adolescencia con todas sus contradicciones. Otro mérito es que está bien escrita. En realidad, Caulfield, es capaz a abrazar una idea con pasión, que aunque parezca muy noble, por lo menos a sus ojos, resulta ser alocada. De ahí, su inmadurez. 




El hombre inmaduro tiene poca visión de futuro y le falta criterio al tomar muchas de sus decisiones. Según el psiquiatra Enrique Rojas en Remedios para el desamor: “La persona inmadura no sabe lo que quiere, es cambiante, ha crecido sin un modelo de identidad, no se conoce bien a sí misma, tiene una frágil filosofía de vida que se mueve al son de los vientos que corren, está llena de contradicciones internas y muestra una escasa responsabilidad”.

Según Rojas, en cambio, la madurez es un estado de plenitud al que se llega tras un proceso de crecimiento paulatino, secuencial, acumulativo. Es siempre un proyecto mejorable, un proceso paulatino de organización e independencia. De ahí que se pueda hablar de grados de madurez de la personalidad. La madurez requiere un grado de equilibrio entre la cabeza y el corazón, entre la inteligencia y la afectividad, en el fondo,… una cierta estabilidad emocional. No ser hipersensible a los estímulos que llegan del exterior ni tampoco reaccionar siempre con una actitud de frialdad glacial. Se trata de controlar las propias emociones, contradicciones y dificultades de la vida. Ser capaz de dar y recibir amor al mismo tiempo. 




También implica aceptarse a uno mismo y a la realidad; ser poseedor de un sello propio, un estilo particular, una forma de ser con la que uno se siente identificado y a gusto.

Es decisivo tener un proyecto de vida el cual no se improvisa, sino que se programa, se organiza hacia adelante. Este proyecto implica saber lo que uno quiere hacer con su vida y poner los medios para alcanzarlo. Las metas deben ser concretas, realistas y exigentes; las aspiraciones deben estar dentro del marco de las posibilidades personales. La vida de cada uno es siempre un ensayo, que puede ser afortunado o desafortunado, en el que uno puede acertar o equivocarse; la vida es siempre incompleta.

La responsabilidad también es fundamental. Una persona es responsable cuando responde con hechos a ciertas obligaciones contraídas. Para lograrlo debe haberse conquistado la voluntad (si ésta se adormece y se torna frágil, los propósitos de desdibujan y todo queda en puras intenciones). Forma parte del desarrollo de la responsabilidad la fidelidad hacia los compromisos contraídos(en esto van implícitos aspectos como la lealtad conyugal y la fidelidad a los grandes ideales). 

También la sexualidad se proyecta en el plano de la madurez. Siendo algo natural y bueno, conviene que se manifieste en el marco de la vida afectiva y de la dignidad de las personas. 

Un aspecto que favorece la madurez de la personalidad es la capacidad para establecer una convivencia adecuada. Para esto es esencial el respeto y la estimación recíproca; en definitiva, la tolerancia. En la convivencia se cultivan varias virtudes humanas: la naturalidad, la sencillez, el espíritu de servicio, la generosidad, la alegría, la fortaleza, el orden, el aprovechamiento del tiempo y tantas otras. 



También es necesario aprender a disfrutar de la vida. Es necesario educar la mirada para sorprenderse ante las cosas buenas que nos rodean. Además, estar contento con lo que uno tiene. Pero más importante que lo que se tiene, es llegar a ser uno mismo, tenerse, poseerse. Para vivir se pueden necesitar muchas cosas, pero es imprescindible tener ideas claras, saber lo que uno quiere, pararse, dejar de ir de acá para allá y revisar el proyecto personal. En el disfrutar de la vida va implícito ser capaz de disfrutar con la familia y los amigos.

Otro ingrediente es tener sentido del humor. Conviene ser capaz de no tomarse las cosas demasiado en serio, de reírse un poco de uno mismo y del entorno. Tener sentido del humor significa saber descubrir el lado bueno y positivo de las situaciones. De esta forma se superan, muchas veces, situaciones de tensión. Cuando no se tiene sentido del humor todo se convierte en algo dramático, terrible, difícil. 

Meditación
En el desarrollo maduro de la personalidad, ¿cuánto influyen los genes que a uno le tocaron? ¿Cuánto influye el ambiente en el que uno vivió la primera parte de su vida?
¿Cuánta tensión generan a su alrededor actitudes de personas inmaduras? ¿Cuánto sufre la misma persona? 
¿Cuánta paz y armonía generan a su alrededor personas con personalidades equilibradas, más maduras?
Como dice el psiquiatra español, Enrique Rojas, la madurez es un estado de plenitud al que se llega tras un proceso de crecimiento paulatino, secuencial, acumulativo.

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