Hay que volver a descubrir su verdadero sentido, aunque sea impopular y vaya contra corriente. Recuperar su grandeza, su fuerza, su belleza y también sus exigencias. En definitiva; restituir su profundidad y su misterio. Esa va a ser la tarea de este artículo.
La primera gran confusión consiste en identificar amor y sexo. A cualquier relación sexual esporádica le aplicamos el nombre de amor y nos quedamos tan tranquilos. La expresión de origen francés de hacer el amor certifica esa postura. Y ocurre generalmente lo contrario: que en muchas relaciones sexuales hay de todo menos amor auténtico, por mucho que le apliquemos ese calificativo. Ahí habrá pasión que pide paso a tendencias instintivas o lo que queramos, pero desde luego no amor. Está claro que en un mundo tan en crisis de valores como en el que nos encontramos, todo vale, todo se acepta, admitimos cualquier cosa, sobre todo en lo que atañe al terreno de las ideas.
El amor humano es un sentimiento de aprobación y afirmación del otro, a través del cual la vida cobra una nueva iluminación, que implica buscarle, tender hacia él, querer estar a su lado. Desde la atracción inicial al enamoramiento hay un largo camino por recorrer. Unos se quedan a mitad de trayecto. Otros prosperan y alcanzan ese querer estar junto al otro, que es una de las notas que definen el amor.
¿Qué es amar a alguien? ¿Qué significa? Amar a otra persona es desearle lo mejor, mirar por ella, tratarla de forma excepcional, llevarle lo mejor que hay a nuestro alrededor. Lo que inicialmente atrae es la belleza; ésta suele ser fundamentalmente física, pero luego se torna psicológica y espiritual. El amor basado y centrado en la belleza física, suele tener mal pronóstico. Con él no se puede ir muy lejos. De ahí que en el enamoramiento, el núcleo psicológico esencial sea el de te necesito, eres para mi fundamento de vida, eres mi proyecto. Dicho en términos coloquiales: eres mi vida.
Blondel lo expresó así: “L´amour est par excellence ce qui fait ètre », el amor es ante todo lo que hace ser.
Lo que el hombre necesita en la vida es amor. Amar y ser amado. No es posible la felicidad sin el amor. Amar a otra persona es querer que sea libre, que se acerque lo más posible a la libertad. Y la libertad tiene un objeto: el bien. Por tanto, amar es buscar la libertad y el bien del otro. Esa es su gran meta. Tirar de él hacia arriba, ayudarle a que saque lo mejor que lleva dentro y que se sienta contento, dichoso, saboreando todo lo positivo que rodea y atraviesa la existencia.
Todo amor auténtico encierra una aspiración a lo absoluto. Un amor de ese tipo llena el corazón del hombre de alegría y paz y va saciando esa profunda sed que él tiene en su interior. Lo que se busca detrás de un gran amor es el bien.
Podemos hablar de tres tipos de bienes:
1) Los bienes útiles: es más útil ir de Madrid a Buenos Aires en avión que en barco. Se ahorra en tiempo y en dinero.
2) Los bienes agradables; que son aquellos que nos producen algún tipo de placer. Nuestra relación con ellos está mediatizada por la sensación positiva que nos produce su encuentro.
3)Los bienes morales que tienen la bondad en si mismos , ya que apuntan al mejor desarrollo del ser humano, aunque al principio cuesten y sea necesario un esfuerzo para seguir esa dirección.
En la relación sexual sin amor auténtico el otro es utilizado como objeto de placer. No busco el bien del otro, sino gozar con él de la sexualidad. A eso le puedo llamar amor o lo que yo quiera, pero eso es otra cosa, que tiene poco que ver con el amor verdadero. Usar a esa persona, instrumentalizarla , convertirla en medio para satisfacer mi placer.
Si lo esencial del amor es alegrarse con el otro, abandonarse en él, entregarse generosamente, en la relación sexual sin amor auténtico, uno se busca a si mismo. Tiende a aislarse del otro. No hay un encuentro verdadero entre un yo y un tú, sino que hay dos yos separados, cada uno en lo suyo.
Hay que hacer una pedagogía del amor, empezando cada uno por sí mismo. Es mal camino buscar antes el placer sexual que el amor. Esto ha llevado a un consumo de sexo que se aleja del sentido profundo del encuentro amoroso. El partenaire en las relaciones sexuales no tiene importancia como ser personal, solo en cuanto a su físico. El que solo busca el sexo no necesita a otra persona, solo desea sacar provecho de ella y nada más.
Esta relación se convierte en algo pobre, hedonista, chato, egoísta, el trato sexual indiscriminado aleja al hombre de la mujer, en vez de acercarlos. Contacto superficial, trivial, endeble, insignificante. No vale el argumento estadístico de que esto lo hace mucha gente o de que la vida está hoy así o de que estos son los tiempos que corren. El que dos personas se entreguen íntimamente sin amor lo desvirtúa todo. Lo que se consigue sin precio, de entrada, sin esfuerzo y sin compromiso, no se aprecia, va a ir perdiendo su valor y a la larga, hasta su atractivo.
La sexualidad sin amor auténtico conduce a un vacío gradual, cuyo final de trayecto es una especie de hastío indiferente y escéptico, que se desliza hacia una actitud de descompromiso casi masivo. Con un cierto espíritu crítico podemos descubrir en su trasfondo notas autodestructivas.
Hoy asistimos a una idolatría del sexo. Los medios de comunicación y en especial el cine y la televisión, se han encargado de ello. Hay sexo por todas partes, sin afectividad ni amor, sino como una ruta serpenteante, divertida y traviesa, en la que se mezcla la conquista, la búsqueda del placer y el pasarlo bien sin restricciones. Los charlatanes de estos medios de comunicación prometen la liberación y el encuentro con uno mismo a través de paraísos de sensaciones maravillosas.
Sexo desustantivado, simple diversión, juego caprichoso. Desde esas atalayas se pretende engañar al hombre y convencerle de que es lo mismo sexo que amor. O que practicar el sexo es interesante, sin plantearse nada más. El materialismo y la deshumanización tienen en el trato sexual de nuestros días un claro exponente.
Vivimos en una época confusa en este aspecto, ya que hemos perdido los puntos de referencia. Al diluirse los valores todo se torna relativo y descendemos así por la rampa del subjetivismo. Cada uno tiene un código de valores particulares, propio, sui generis. Y así, dejamos de llamarle a las cosas por su nombre. Se aterriza así en un amor de rebajas; todo a bajo precio, light, ligero, sin contenido.
El amor verdadero hace más humano al hombre, transforma el pasado e ilumina el porvenir. Es una síntesis de ingredientes físicos, psicológicos y espirituales.
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